Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Majestuoso, inmenso e imponente, frente a él, aunque ya no fuera tan terrorífico como cuando era de carne y hueso, imponía respeto. Aun medio dormido, con todos los músculos entumecidos, de haber dormido sobre la su mesa de trabajo, observo ese nuevo ejemplar de dinosaurio aun sin nombre. Era tan raro, pero lo que más le fascinaba era su singular refuerzo en la quinta y secta vertebra de la columna vertebral, que unida a las costillas en un semicírculo, asemejando un arco perfecto de noventa grados. El arco tenía una especie de estrías y un orificio, semejante al de una articulación. Era algo nuevo e insólito, todos los estudios que se habían realizado confirmaban que ese dinosaurio podía haber conseguido la capacidad de volar. Ya existían muchos dinosaurios con esa habilidad, pero debido a su tamaño y forma, este era el primero que podía tener alas debido a una evolución posterior, de una raza ya existente. Las teorías anteriores a este descubrimiento decían que los dinosaurios que sobrevivieron a la extinción, eran las aves actuales, como el velociraptor, pero en ese caso, las extremidades superiores se transformarían en las alas, no desarrollaba el mismo unas alas. Nada cuadraba, todo lo estudiado todos estos años
no habían servido para nada, no podían situar este extraño ejemplar en ninguna categoría, en ninguna fecha, ni si quiera podían situarlo en un habitad. Se recostó sobre la silla y observo las imágenes que tenia de la espalda de dinosaurio. “Y si fuera un dragón” pensó sin dejar de mirar las imágenes, se encontró en el sur de Rusia, tal vez los chinos encontraran algunos restos semejantes y de allí salieran los mitos y leyendas de los dragones. Emocionado, empezó a rebuscar las demás imágenes por la mesa, observando cada detalle, cada indicio que pudiera corroborar su teoría. Cogió su cuaderno de notas y empezó a dibujar bocetos del esqueleto, añadiéndole los huesos que faltaban, con alas y en algunos bocetos hasta se atrevió a ponerle músculos y piel. Agotado y sin apenes fuerzas dejo caer el cuaderno por culpa de una idea fugaz que se le planteo en la cabeza, “No, no es posible, están enterrados a gran profundidad, no habría ninguna maquina ni herramienta para encontrar semejante ser en su época” se dijo cabreado consigo mismo, el sueño le estaba ganando la partida. No sabía que podía ser, pero tendría que esperar a mañana, ya era muy tarde y una cama caliente le estaba esperando en su casa. Recordó una frase que le dijeron en la facultad, “los dragones son arte, los dinosaurios historia”
Caminar de noche por las calles desiertas nunca fue divertido, pero en este tiempo tampoco es que importe mucho. Una ciudad fantasma, con solo algunos recuerdos de su majestuosidad, como un anciano con alzhéimer, que solo ve lo que le permite su mente. Tierra en el aire, levantadas por cada paso que doy, rodeándome y manchándome la coraza. Suerte que ya no tengo que respirar, que no oleré la devastación de la guerra, su destrucción, su hedor. Giro la segunda a la derecha, rodeando el parque, después sigo recto por el paseo principal y por fin llego, mi hogar, aunque ya no se puede considerar un hogar. La casa que una vez fue bella, ahora es un amasijo de piedras y hierros retorcidos, sobresaliendo de forma desordenada de la tierra, como la casa vecina, y la otra y la otra… el barrio más rico y hermoso de la ciudad, reducido a cenizas y polvo,
por una guerra que no pertenecía a sus gentes. Observando y recordando una vida pasada que no me pertenece ya. Las pérdidas, que no fueron pocas, un hermano, un padre, una madre, un perro llamado Boby; pero yo, perdí mucho más que eso, perdí más que mi vida, perdí mi cuerpo. Encerrado en una mole de metal, que solo son tubos y tuercas, rellenando huecos donde una vez hubo carne, puedo sentir más que cuando podía considerarme humano, puedo ver lo que esa humanidad le hizo a este mundo, el antes y el después, la enfermedad terminal que éramos. Una conciencia en una maquina, una conciencia humana y a la vez tan artificial, que irónico es estar muerto y no querer estar vivo. Los tornillos no pueden sentir el dolor de la perdida, pero una mente no necesita cuerpo para sufrir, no necesita cuerpo para llorar, no necesita cuerpo para sangrar. Me arrodillo y dejo caer mi carga, una delicada semilla, pequeña y sin brillo, que tal vez no sobreviva, pero unida a mí y a esta tierra por una horrible promesa. De rodillas y levantando los brazos al cielo, grito, con una voz metálica en ningún idioma, maldiciendo y haciendo temblar a la luna, la única fiel observadora que queda en pie, pues yo solo soy un recuerdo más de la ciudad fantasma.
En medio de la noche solo se oían sus aullidos. Me incorpore de la cama para ver qué pasaba. Un ladrón pensé al instante; escutré el silencio de la noche unos segundos, pero nada, no se escuchaba nada dentro del piso, solo sus aullidos fuera. Rápidamente me levante y salí al balcón, la noche era muy oscura, no tenia luna y la tenue luz de las farolas, tintineaban dejando la calle en una penumbra permanente. Busque al perro con la mirada, el puto perro del vecino, un pastor alemán blanco, con ojos color caramelo y mirada siempre alerta, que no dejaba nunca dormir a los demás con sus escándalos nocturnos, entre peleas con gatos y revolcones de maceteros para ocultar sus tesoros.
Pero esta noche su aullido era distinto y su inquietud me sobresaltaba; sentado delante del muro que daba a la calle, como si pudiera ver lo que había
al otro lado, hacia pausas para respirar, dejando que el vaho de su aliento, le ocultara la cara por completo. Súbitamente sus aullidos se tornaron más en alaridos, como si estuviera sintiendo un dolor horrible, como si dentro de él, hubiera una pena insoportable, pero aun así, el animal no dejaba de aullar. Cuando, al final de la calle, apareció una ambulancia, rápida e imparable, con las luces puestas, anunciando su urgencia, pero en un silencio sepulcral. El animal empezó a gruñir y se agazapo, rizando los pelos blanquecinos de su nuca, enseñando los dientes al muro, dispuesto a atacar, como si las luces de la ambulancia fueran ladrones que traspasaban la muralla que defendía. De un salto atravesó el muro y se coloco en medio de la carretera. Observo un instante la ambulancia alejarse y después se coloco en su pose de ataque, mirando al lado contrario. En ese instante una sombra oscura apareció, semejante a un ángel, con unas alas echas de humo y una toga negra, desecha en jirones, ocultando su cuerpo y su rostro, avanzaba igual de rápida que la ambulancia, pero esta, al ver al animal se detuvo. El perro empezó a ladrar y a golpear el suelo con las patas delanteras, igual que un caballo encabritado, haciéndolo retroceder, impidiéndole que avanzara más. Cuando la ambulancia doblo la esquina, la sombra bajo la cabeza e hizo un gesto de negación al perro, que seguía ladrándole incansable. Con un rápido movimiento del brazo, señalo al perro y en un segundo, este cayó fulminado al suelo. Se quedo inmóvil, con los ojos abiertos, respirando con mucha dificultad y con un leve quejido entre bocanadas de aire. La sombra le observo unos segundos y en de improvisto se esfumó, transformándose en un humo negro y denso que se disolvía con el viento.
al otro lado, hacia pausas para respirar, dejando que el vaho de su aliento, le ocultara la cara por completo. Súbitamente sus aullidos se tornaron más en alaridos, como si estuviera sintiendo un dolor horrible, como si dentro de él, hubiera una pena insoportable, pero aun así, el animal no dejaba de aullar. Cuando, al final de la calle, apareció una ambulancia, rápida e imparable, con las luces puestas, anunciando su urgencia, pero en un silencio sepulcral. El animal empezó a gruñir y se agazapo, rizando los pelos blanquecinos de su nuca, enseñando los dientes al muro, dispuesto a atacar, como si las luces de la ambulancia fueran ladrones que traspasaban la muralla que defendía. De un salto atravesó el muro y se coloco en medio de la carretera. Observo un instante la ambulancia alejarse y después se coloco en su pose de ataque, mirando al lado contrario. En ese instante una sombra oscura apareció, semejante a un ángel, con unas alas echas de humo y una toga negra, desecha en jirones, ocultando su cuerpo y su rostro, avanzaba igual de rápida que la ambulancia, pero esta, al ver al animal se detuvo. El perro empezó a ladrar y a golpear el suelo con las patas delanteras, igual que un caballo encabritado, haciéndolo retroceder, impidiéndole que avanzara más. Cuando la ambulancia doblo la esquina, la sombra bajo la cabeza e hizo un gesto de negación al perro, que seguía ladrándole incansable. Con un rápido movimiento del brazo, señalo al perro y en un segundo, este cayó fulminado al suelo. Se quedo inmóvil, con los ojos abiertos, respirando con mucha dificultad y con un leve quejido entre bocanadas de aire. La sombra le observo unos segundos y en de improvisto se esfumó, transformándose en un humo negro y denso que se disolvía con el viento.
A la mañana siguiente, escuche como mi vecino, destrozado y sin consuelo, lloraba la muerte de su perro, le habían dicho que seguramente fue un atropello en la calle de al lado. Pero solo yo sé, que ese perro, que tanto odiaba y maldecía casi todas las noches, salvo la vida de ocupante de la ambulancia, dando su vida como moneda de pago a tal alto precio. Porque sin duda, el perro es el mejor amigo del hombre.
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Despertarse a las tres y media de la noche, por culpa de unos pequeños ruidos, casi imperceptibles, pero aún así ruidos y encontrarse una cucaracha dando vueltas en por el suelo de tu habitación, no tiene precio, es más, de verdad que no tiene precio, o eso me aseguró el hombre de exterminación de plagas, “por una cucaracha, no le voy a dar presupuesto señora, coja un trapo o una zapatilla”y me colgó, sin más, la gente a las cuatro de la mañana puede llegar a ser muy odiosa, luego se quejara de que hay crisis, putos vagos, pero me hizo reflexionar en muchas cosas, entre ellas, como suena mi voz de aguda cuando me asusto, ya que no soy una señora y por último, pero no menos importante, si que hay poca gente jugando al Candy Crush, porque llevo tres horas jugando y nadie me desbloquea el camino, un engaña bobos es esto. Y aquí estoy, de pie, en la esquina más alejada del suelo de la cama, que llegó tarde dos horas al trabajo, mientras Rocky, si Rocky, son muchas horas a su lado y se le coge cariño (ya sabéis el dicho, si no puedes con el, adóptalo) entrena para un triatlón dando vueltas en el suelo de mi habitación
Un cadáver en vida, un pitido irritante que suena una y otra vez, al ritmo de una pantalla subiendo y bajando. En una habitación de hospital, yacía inmóvil, a la espera de sus verdugos, dos doctores:
- - ¡Será un monstruo doctora! ¡Deténgase! – se apresuraba a decir el doctor
- - ¡No! No lo será – contestó enojada
- - ¿Estás segura? Es muy arriesgado, no sabemos que puede pas…
- - ¡calla! – le interrumpió bruscamente – será un éxito esta vez
Con mucho cuidado y pulso, la doctora inserto una fina aguja en el catéter del brazo e inyecto el suero al paciente. Pasaron segundos, minutos, incluso horas en tan solo 1 segundo, pero no ocurrió nada. La doctora disgustada se dio la vuelta, de espaldas al cadáver; con la cabeza agachada y las lagrimas recorriéndole el rostro, sollozaba con dificultad, preguntándose una y otra vez que había fallado; en todos los demás pacientes había funcionado, en mayor o menor medida, pero había funcionado, no obstante en este caso ni con una dosis doble había el mínimo estimulo, quizás había pasado demasiado tiempo, quizás era otra la razón que se le escapaba. El doctor que estaba a su lado la observaba, sin saber muy bien qué hacer, se acerco y la rodeo con los brazos:
- - Probaremos de nuevo, siempre hay esperanza – le susurro al oído
Se mantuvieron así un rato, sumidos en una calma absoluta, interrumpida solamente cada varios segundos por los pitidos de la maquina. Ya más tranquila, la doctora se volvió hacia el cadáver, estaba inmóvil, imperturbable, frio y a la vez cálido. Se quedo allí observándolo, mientras el doctor se dirigía a la puerta. Suspiro y se inclino para darle un beso en la frente:
- Esto es solo el principio – le prometió
Y con paso decidido, abandonó la habitación, con tal estruendo que no pudo escuchar un frágil murmullo a su espalda:
- - Ma… ¿mami?
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