Hace unos años, las tardes las
pasaba en la tienda de 100 pts. de mi tía, con mi primo y mi hermana. Como
siempre, éramos unos trastos, pero cuando ya no podíamos jugar más a la
consola, nos íbamos a jugar al balón en el callejón de atrás, una calle muy
estrecha, donde cabía un coche con dificultad, pero aun así la gente aparcaba,
dando balonazos de un lado a otro, mi primo de portero y mi hermana y yo tirándole.
Me acuerdo que éramos como “Oliver y Benji”, siempre inventando nombres a los
tiros, aunque tuviéramos que dejarnos las rodillas en el asfalte, que salían
con suerte y que nunca más se iban a repetir seguramente.
Una tarde de esas tantas, salimos
a jugar un rato, como siempre empecé a tirar balonazos sin ton ni son, buscando con suerte la portería, una cochera
enorme, pero que casi nunca podía acertar, o bien por mi desastrosos tiros o
porque mi primo las paraba todas, tengo que admitir que nunca fue lo mío el futbol,
bueno, ni ahora tampoco. En uno de esos tiros me acuerdo que le di con el balón
al paragolpes de un coche que había ahí aparcado, el cual se zarandeó unas 3 o
4 veces y finalmente cayó a plomo al suelo, haciendo un ruido enorme. En si ya era
un problema, pero no fue el paragolpes lo que nos preocupo en ese momento, fue
que el dueño, que estaba abriendo con la llave el coche. Nuestra cara tuvo que
ser un cuadro, por un segundo nos quedamos todos parados, hasta el dueño no sabía
qué hacer, yo creo que estaba acumulando rabia mirando al paragolpes en el
suelo, el coche era muy parecido a un 2 caballos, así que fijaros como era, un
bloque de hierro redondeado que tenía que pesar un montón, pero eso no le impidió
cogerlo e ir detrás de nosotros, moviéndolo de un lado a otro gritando y maldiciéndonos.
Esa fue la suerte que tuvimos, que cogió el paragolpes, sino nos engancha a
alguno fijo, y con alguno digo a mí, que era el más gordito y con menos
velocidad para huir. Corrimos hasta la tienda y nos escondimos en la
trastienda, donde había una ventana, por donde observamos como el pobre hombre
aun gritando al aire toda clase de maldiciones intentaba colocarlo, que se resistía
a colocarse, al final no me acuerdo muy bien, pero creo que lo cogió con unos
alambre o algo parecido y se fue. El susto fue monumental, aunque para suerte
de nosotros, nuestros padres nunca se enteraron, por lo que al final todo quedo
en un susto para nosotros, que no nos impidió salir a jugar de nuevo.
0 comentarios:
Publicar un comentario