domingo, 9 de octubre de 2016

Aullido de vida


En medio de la noche solo se oían sus aullidos. Me incorpore de la cama para ver qué pasaba. Un ladrón pensé al instante; escutré el silencio de la noche unos segundos, pero nada, no se escuchaba nada dentro del piso, solo sus aullidos fuera. Rápidamente me levante y salí al balcón, la noche era muy oscura, no tenia luna y la tenue luz de las farolas, tintineaban dejando la calle en una penumbra permanente. Busque al perro con la mirada, el puto perro del vecino, un pastor alemán blanco, con ojos color caramelo y mirada siempre alerta, que no dejaba nunca dormir a los demás con sus escándalos nocturnos, entre peleas con gatos y revolcones de maceteros para ocultar sus tesoros.

Pero esta noche su aullido era distinto y su inquietud me sobresaltaba; sentado delante del muro que daba a la calle, como si pudiera ver lo que había
al otro lado, hacia pausas para respirar, dejando que el vaho de su aliento, le ocultara la cara por completo. Súbitamente sus aullidos se tornaron más en alaridos, como si estuviera sintiendo un dolor horrible, como si dentro de él, hubiera una pena insoportable, pero aun así, el animal no dejaba de aullar. Cuando, al final de la calle, apareció una ambulancia, rápida e imparable, con las luces puestas, anunciando su urgencia, pero en un silencio sepulcral. El animal empezó a gruñir y se agazapo, rizando los pelos blanquecinos de su nuca, enseñando los dientes al muro, dispuesto a atacar, como si las luces de la ambulancia fueran ladrones que traspasaban la muralla que defendía. De un salto atravesó el muro y se coloco en medio de la carretera. Observo un instante la ambulancia alejarse y después se coloco en su pose de ataque, mirando al lado contrario. En ese instante una sombra oscura apareció, semejante a un ángel, con unas alas echas de humo y una toga negra, desecha en jirones, ocultando su cuerpo y su rostro, avanzaba igual de rápida que la ambulancia, pero esta, al ver al animal se detuvo. El perro empezó a ladrar y a golpear el suelo con las patas delanteras, igual que un caballo encabritado, haciéndolo retroceder, impidiéndole que avanzara más. Cuando la ambulancia doblo la esquina, la sombra bajo la cabeza e hizo un gesto de negación al perro, que seguía ladrándole incansable. Con un rápido movimiento del brazo, señalo al perro y en un segundo, este cayó fulminado al suelo. Se quedo inmóvil, con los ojos abiertos, respirando con mucha dificultad y con un leve quejido entre bocanadas de aire. La sombra le observo unos segundos y en de improvisto se esfumó, transformándose en un humo negro y denso que se disolvía con el viento.
A la mañana siguiente, escuche como mi vecino, destrozado y sin consuelo, lloraba la muerte de su perro, le habían dicho que seguramente fue un atropello en la calle de al lado. Pero solo yo sé, que ese perro, que tanto odiaba y maldecía casi todas las noches, salvo la vida de ocupante de la ambulancia, dando su vida como moneda de pago a tal alto precio. Porque sin duda, el perro es el mejor amigo del hombre.

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