Como cada
mañana, estaba de pie en la cocina de la empresa, frente a la cafetera haciéndome
ese horrible café, ese café que no sabes si te despierta el sabor o la cafeína.
Todas las mañanas, todos los días, todas las semanas… iguales, ya no sabía en qué
día, ni año vivía, daba igual si era domingo o lunes, mi jefe siempre tenía un
dicho “El trabajo es el trabajo, si hay, hay que venir todos los días”, así que
aquí estaba, otro día sin nombre ni numero.
Y como cada
mañana, apareció por la puerta ella, la chica más hermosa de toda la oficina,
que digo de toda la oficina, de la empresa… que digo de la empresa, del mundo, siempre
acompañada de su compañera de departamento. Me quedo embobado mirándola, hoy la
notaba distinta, resplandecía, estaba mucho más guapa de lo normal, y con una
sonrisa de oreja a oreja, se notaba que hoy era feliz. En un instante se
cruzaron nuestras miradas, un momento en el que me hipnotizaron esos ojos, pero
que rápidamente pude apartarlos y sin poder disimular muy bien mi nerviosismo,
agache la cabeza y me centre en mi café, ese café que estaba ya muy frio,
aguado y que ni si quiera desprendía algún olor.
De repente oí
una voz que me hablaba a un metro escaso:
- Buenos días Mudito, ¿Sabes qué día es hoy?
- Buenos días Mudito, ¿Sabes qué día es hoy?
Un apodo
bastante apropiado, ya que en estos 5 años de relación laboral, nuestras
conversaciones habían sido casi siempre monosílabas y de escasos segundos,
aunque se repitieran todos los días. Levanté la cabeza del café rápidamente, ahí
estaba, con esos ojos verdes azulados mirándome. Embocé una tímida sonrisa y constaste:
- No,
ni idea, dímelo tu
En ese momento
se le abrieron más los ojos, y con una risa, dijo divertida:
- Es
San Valentín
Cierto, pensé,
ahora que lo decía, es verdad que todas las calles estaban vestidas con
corazones y rosas. Ahora tenía una inquietud mucho más grande, porque me lo
preguntaba a mí, que finalidad tenia esta conversación. En un segundo dude más
de 1000 cosas que responder, pero al final lo hice, entre titubeos, pero lo
hice:
- Es
verdad, no me acordaba, pero… ¿Qué pasa en San Valentín?
Mi pregunta parecía
que le divertía aun más, y con voz muy suave respondió:
- Vengo
a por mí regalo
¿Regalo? ¿Qué
regalo? Yo no había comprado nada, ¿es que se había hecho el regalo misterioso
y no lo sabía? Estaba que me iba a dar algo, que contestaba, empezaron a sudarme
las manos y no sabía a dónde mirar, aunque era imposible despegar la mirada de
esos ojos, conseguí mirar de nuevo a mi café, que ya solo era un caldo helado. Al
ver que estaba tan nervioso y que esto iba para largo, ella prosiguió:
- Solo
te pido una cosa muy simple, Un beso
Aun me puse más
nervioso, la volví a mirar, pero no sabía que decir, empecé a notar que las
orejas me ardían, se me seco la boca, ¿Qué decía? ¿Era una broma pesada?, podía ser
tantas cosas, que solo se me ocurrió decir la estupidez más grande que no pensé:
- Los
besos no se regalan, se roban
- No digas nada.
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